Continuamente tengo esa extraña sensación de que no pertenezco a un solo lugar, no creo llegar a ser parte de un sitio en específico hasta que haya conocido todas mis opciones, tengo ese deseo de convertirme en un nómada del siglo XXI, no es raro, al fin de cuentas nuestro mundo actual está loco, y qué sería de nosotros sin la locura, la espontaneidad y un poco de insensatez.
Me gusta darle un olor, un color y una sensación diferente a cada ciudad; a pesar de ser una persona gráfica no cuento con una memoria fotográfica exacta, creo que mi mente cambia mis recuerdos a su convenir, así que desde hace mucho tiempo decidí revelarme y guardar mis recuerdos en sensaciones: así cualquier olor, sabor, color o sonido parecido me recuerda al instante un momento, un lugar y una época, me parece más placentero que pasar un álbum fotográfico en mi cabeza, para ello tengo mi computadora por más superficial y/o “geek” que eso sea interpretado.
El pensar que todo lo que podría necesitar para sobrevivir por unos días está en una maleta que no me llega ni a la cintura (hay que ser prácticos), siempre cae bien despojarnos un momento de las comodidades del hogar y de esas necesidades “innecesarias” que día con día nos planteamos.
La gente es diferente, viste, come, piensa, camina y habla distinto, siempre es divertido aprender de sus costumbres, observarlos y como todo un antropólogo social, intentar mimetizar con ellos sólo por el placer de experimentar un nuevo mundo y por qué no, apreciar aún más el nuestro.
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